Un paseo por Dijon

martes, 21 de mayo de 2013 21.5.13 Publicado por Raquel Navarro 1 comentarios
Como os he contado en otra entrada, tras visitar Beaune me dirigí a Dijon. Fue un viaje corto porque se encuentra  a veinte minutos en tren. Me habían dicho que era una ciudad que no merecía la pena. Pero iba tan emocionada tras descubrir Beaune que sabía que a poco que me ofreciera la ciudad, ya habría merecido la pena el viaje hasta ahí.
Es cierto que para ser una ciudad grande no ofrece infinidad de atracciones. Pero merece la pena una parada y dedicarle unas horas.
Es la cuarta ciudad más visitada por los franceses y cuenta con un patrimonio arquitectónico excepcional, en el que se mezclan construcciones medievales con palacios góticos y renacentistas.
La lechuza (chouette) es el símbolo de la ciudad. Aunque su vestigio original es la figura que se encuentra en la catedral de San Benigno, la encontrarás por todas partes indicándote la dirección para ver los puntos más interesantes de la ciudad. Así, siguiendo la ruta de la lechuza que ha creado el ayuntamiento de Dijon, el turista puede recorrer la ciudad sin miedo a perderse ningún punto turístico.

 
Visitando Dijon, capital del antiguo ducado de Borgoña, no puedes perderte el Palacio de los Duques, actualmente Ayuntamiento y museo de Bellas Artes, la torre de Felipe el Bueno, que con sus 46 metros de altura ofrece unas vistas impresionantes de la ciudad, la calle Forges (por sus palacetes), la iglesia de Notre-Dame, la catedral de San Benigno, alguno de sus numerosos parques...



 




Aunque, sin duda, la imagen que guardo de esta ciudad son sus casas entramadas, como las de las calles Verrerie o Chaudronnerie.




Y cómo no, el producto estrella de la ciudad ( y que asalta al visitante cada dos pasos que da): la mostaza.


Producida desde el siglo XIV, la variedad de Dijon alcanzó fama por su sabor ácido y picante y por ser la primera en prepararse como una pasta, tal como la conocemos ahora. La podemos encontrar de muchos sabores (queso azul, nuez, coñac, etc), pero una de las más célebres es la de grosella.
 
El cierre  perfecto de este viaje sería una ruta por los viñedos de la zona, descubriendo sus bodegas y disfrutando de una denominación que busca ser declarada Patrimonio de la Humanidad.

Beaune

jueves, 4 de abril de 2013 4.4.13 Publicado por Raquel Navarro 0 comentarios
Llegué a Beaune por casualidad. No sabía nada de su existencia, pero quería hacer una escapada a Dijon y al comentarlo me llevé la sorpresa de que varias personas me dijeron que no era una ciudad en la que mereciese la pena pasar un día entero.
Es cierto que la mayor parte de las ciudades francesas son pequeñas, al menos los centros históricos, pero me parecía extraño ese comentario. ¿Cómo no iba a ser interesante Dijon?
Seguí preguntando y alguien me recomendó que visitara el mismo día Beaune, una ciudad pequeñita, a medio camino entre Lyon y Dijon. No me dijo más, sólo que era muy bonita.
Decidí parar primero en Beaune, hacer una visita rápida y dejar más tiempo para mi visita a Dijon. Sin embargo, me sorprendió tanto esta ciudad que me demoré más tiempo del que pensaba. Y menos mal que lo hice.
Beaune se encuentra a  40 km de Dijon, rodeada de campos y vides. Antaño capital de la región de Borgoña, hoy centro del comercio vinícola de la zona.
En el siglo XIV, era una ciudad rica gracias al comercio de vino, por lo que hubo que defenderla con murallas y bastiones. Basta un paseo por la ciudad para admirar el estado en el que aún se conserva la muralla medieval.
Su casco histórico es pequeño. Caminando por él nos daremos cuenta de que todo en Beaune respira a vino (metafóricamente hablando, claro, no os creáis que os vais a embriagar sólo por pasear...). El teatro del vino es el primer acercamiento que tiene el visitante. Muy cerca de él, la oficina de Turismo, antiguo palacio ducal. Bodegas de vino, tiendas especializadas, rutas por los viñedos... todo tiene que ver con el vino en Beaune.






En el siglo XV, con la guerra de los cien años desarrollándose, los ciudadanos de esta localidad sufren hambre y miseria. Nicolás Rolin, canciller del duque, decide crear un hospital para los pobres. Hospital que ha funcionado como tal desde 1452 y hasta el siglo XX. En 1971 las labores del hospital se llevaron a un complejo más moderno y el antiguo hospital ha quedado como momunemto histórico-cultural.
Desde fuera parece un convento, pero en cuanto atraviesas el patio quedas deslumbrado por el color de sus tejas. Parece mentira que esto fuera un hospital para pobres...
Rolin lo impulsó pero los nobles y burgueses de Borgoña donaron dineron para ampliarlo, embellecerlo y convertirlo en el edifio que aún podemos ver: una joya de estilo flamenco.
Es una pena que las fotos no recojan toda la belleza del colorido del tejado.






En su interior podemos ver la sala donde se cuidaba a los enfermos, la farmacia del siglo XVIII, la cocina, la capilla y aprender de su historia.


Aunque la joya de Beaune es este edificio, en nuestra visita no debemos olvidarnos de las iglesias de Notre Dame y de San Nicolás y, cómo no, del museo del vino.



Si ahora alguien me dijese que va a viajar por la zona no podría menos que recomendarle esta ciudad... y que se traiga algo de vino, claro.

Ainhoa y Sare: les plus beaux

domingo, 5 de febrero de 2012 5.2.12 Publicado por Raquel Navarro 0 comentarios
Desde hace 30 años existe en Francia una asociación que reúne  a las poblaciones rurales más bellas ("Les plus beaux villages de France"). Esta idea nació con el fin de evitar la desertización de las pequeñas poblaciones y de proteger y promover el interés por el patrimonio rural.
Para poder ser considerada una de las más bellas es necesario que se cumplan varios factores: que no exceda de los 2.000 habitantes, que cuente con al menos dos lugares o monumentos protegidos y que la candidatura esté apoyada por el Consejo Municipal. 
156 localidades lo han conseguido y por suerte para nosotros, algunas  de ellas se encuentran cerca de la frontera con España. ¿Por qué no visitarlas?

Ainhoa
Al pie del camino de Santiago se levanta Ainhoa. Una antigua bastida teñida de blancos y rojos que salpican la una única calle de la población.
(Las bastidas son poblaciones fortificadas de la Edad Media que servían para poblar nuevos territorios o bien para unificar aldeas dispersas en el Suroeste francés. El señor feudal otorgaba tierras a los colonos a cambio de impuestos, a la vez que se ocupaba de fortificarla para proteger a sus vasallos.
La disposición de la nueva comuna se organizaba en torno a la plaza central, donde estaba la iglesia, el mercado y la residencia del señor de turno. Lugar de encuentro, escenario de ferias y mercados, de la plaza surge todo un entramado de calles perpendiculares para completar el plano.)
A 3 km. de la frontera con Navarra, Ainhoa nació para abrir camino en la vía que llegaba hasta el Camino de Santiago. Sigue conservando su diseño original. Una calle única, sobre la que se levantan, según el ordenamiento medieval, casas cuadradas o rectangulares, con jardín del mismo tamaño que la edificación, alineadas unas junto a otras.
Los edificios actuales son reconstrucciones del siglo XVII, ya que durante la Guerra de los Treinta Años fue practicamente destruida. Las casas destacan por sus tejados a dos aguas y los entramados de madera pintados en rojo, propios de la zona.

En el centro la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, con el cementerio a un lado y el frontón a otro, presiden la población.


Sare
A 8 km. de Ainhoa se encuentra Sare, una pequeña población de poco más de 2.000 habitantes donde según el proverbio "se tiene tiempo". Y añado, si no se tiene, se lo deberíamos dar. Tiempo para recorrer sus calles con calma, tiempo para degustar el pastel vasco (postre típico de la zona), tiempo para disfrutar de la calma que respira Sare, tiempo para detenerse frente a sus casas...

Además de sus calles, las inmediaciones de Sare ofrecen diversos elementos de patrimonio natural. Como las cuevas prehistóricas, en las que a lo largo de una hora de visita descubrimos esta inusual formación geológica, así como los orígenes y mitología del pueblo vasco. 
A poca distancia el tren cremallera nos lleva hasta la cima del monte Larrun, desde el que se divisa la costa vasta, las Landas y los primeros picos de los Pirineos, permitiéndonos disfrutar de una vista grandiosa.

Ser  uno de los pueblos más bellos  de Francia no es tarea fácil. Además de los requisitos iniciales, la asociación pide cumplir con una política de conservación del paisaje, de mantenimiento de la imagen de la localidad sin caer en el tópico y sin convertirla en un parque de atracciones. A cambio, la afluencia turística está garantizada.

Miradas sobre Japón (II): antes del viaje

La principal pregunta que se hace todo el mundo ante un viaje a Japón es: ¿sale caro?
Bueno, como pasa siempre, todo depende de los días que vayas, del tipo de viajero que seas, del cambio de divisa que haya en ese momento... Pero no es tan caro como nos imaginamos.
Lo más caro, sin duda alguna, es el billete de avión. Pero comprándolo con unos meses de antelación lo puedes hacer por unos 700 €.
Una vez en tu poder, tienes que pensar en algunos aspectos:
  • Cuándo ir
Las estaciones en Japón son bastante extremas. Mucho calor en verano, frío intenso en invierno... Por eso, lo más recomendable son las épocas de primavera y otoño, donde el clima es suave y se puede disfrutar además de la imagen de los árboles florecidos o los tonos otoñales. Todo un espectáculo. Pero no por eso hay que desdeñar otras épocas. El verano es caluroso y muy húmedo sí, pero por experiencia sé que es llevadero. Sudarás continuamente, pero no debería ser motivo para desdeñar la oportunidad de ir.
(Como nota curiosa, los japoneses usan toallas en verano para secarse el sudor. Ellos, o las llevan enrolladas en la frente, o bien al cuello; ellas usan unas toallas más pequeñas, o pañuelos, que llevan en el bolso y las sacan con toda naturalidad.)
Quizá en invierno, por la cercanía de Siberia, no sea tan aconsejable, pero viendo que todo el mundo se alarmaba porque fuera en verano, y luego no fue para tanto, no sé si le daría tanta importancia. Llevando un buen abrigo, claro. 
Por cierto, no es necesario visado para los españoles que viajen menos de 90 días.
  • Vuelo
Como ya he dicho, cuanto antes puedas comprar el billete mejor. Hay multitud de compañías que vuelan a Japón. El trayecto suele durar unas 15 horas, haciendo al menos una escala.
Lo que sí te recomiendo es que calcules que el día de llegada va a ser un día perdido, aunque llegues temprano. Quizá seas de las personas que duermen sin problema en los aviones y esto no te atañe. Pero por mi caso y lo que me han contado otras personas, después de tantas horas de vuelo, el primer día no suele ser muy productivo. Una buena opción podría ser salir de España por la tarde/noche, para llegar a Japón por la noche, descansar y comenzar la visita al día siguiente. Pero bueno, cada uno conoce su metabolismo, y los días que tiene para el viaje (que al final es lo más importante).
Japón cuenta con dos aeropuerto internacionales: Tokio y Osaka. Normalmente, por cuestión de precio, se suele volar a Tokio. Pero antes de comprar los billetes es interesante consultar la opción de ir a  una ciudad y volver de la otra, sobre todo si te vas a mover por el país.
  • Hoteles
El alojamiento es una de las cosas más caras que vas a encontrar en el viaje. El precio medio de una habitación doble de hotel está en torno a los 120 € (y eso que son habitaciones pequeñas), pero buscando se pueden encontrar mejores precios. Además, hay albergues, hoteles que ofrecen mejores precios si no tienen que entrar a hacer la limpieza todos los días, otros con tarifas especiales para habitaciones muy pequeñas (buena opción si viajas solo)...
Los famosos hoteles cápsula cuestan unos 35 €. No está mal, pero no sé si pasaría más de una noche en un cubículo de 1x1x2. Además de por la claustrofobia, porque me han comentado que hay mucho trasiego y ruido por la noche, aparte de mínima pivacidad. Piensa que es como una litera, cerrada con una cortina. Como todo, lo dejo a tu elección.

Estos hoteles son frecuentados sobre todo por hombres que salen muy tarde de trabajar y les compensa quedarse a pasar la noche, antes que coger el tren para ir a casa (en las grandes ciudades es muy normal que tengan que desplazarse hasta una hora -o más-). La mayor parte son alojamientos sólo para hombres, aunque hay también hoteles cápsula con plantas destinadas a mujeres.
Los ryokanes son la opción exótica. En realidad son posadas tradicionales, aunque ahora la mayoría son hoteles de lujo de estilo japonés. En lugar de cama se duerme en futones extendidos sobre tatamis. Los baños suelen ser comunes y muchos de ellos disponen de onsen (balneario natural) o sento (baño común, sin propiedades termales).
Por si a alguien le sirve de ayuda, los alojamientos que yo reservé fueron:
*En Tokio: hoteles de la cadena Villa Fontaine (tienen un hotel prácticamente en cada barrio. Desde 70 €).
*En Kioto: Gojo Guesthouse (albergue de estilo japonés, con baño compartido y dormitorio con futones).
Por último, advertiros de que es necesario un adaptador de enchufes con clavijas planas. Aquí cuestan 1 €, pero si se te olvida en Japón los vas a encontrar también por todas partes.
  • Transporte - Japan Rail Pass
Aparte de los billetes y del alojamiento, el otro tema con el que deberías hacerte antes de salir  es el Japan Rail Pass. Sobre todo, si tienes pensado desplazarte por el país. 
El JRP es un billete que te permite subir a cualquier tren de la compañía nacional de ferrocarril (Japan Railways) durante los días elegidos. Existen pases de 7, 14 y 21 días, válidos para días consecutivos.
EL JRP permite acceder a trenes de alta velocidad (shinkansen), locales, algunos expresos, autobuses de la compañía JR, la línea circular del metro de Tokio y algunos ferries (como el de Miyajima). Sin embargo, el tren bala Nozomi queda exento.
El pase tiene una validez de tres meses desde su compra y no se puede adquirir en Japón, es sólo para visitantes extranjeros. Cuando llegues a Japón debes acudir con él a una oficina de Japan Railways donde lo sellan y anotan el primer día de uso. Esta gestión la puedes hacer el primer día que lo emplees o bien, si has planificado tu viaje y sabes cuál va a ser tu primer desplazamiento, en las oficinas que hay en el mismo aeropuerto. No importa que lo vayas a usar una semana después. A partir de ahí, sólo tendrás que mostrarlo antes de acceder al andén.
A la hora de tomar un tren puedes reservar la plaza acudiendo a una ventanilla, aunque en realidad no es necesario. Todos los trenes tienen vagones con asientos reservados o sin reservar. A no ser que sea una fecha concreta en la que se esperen muchos pasajeros, no suele haber problema en subir a un vagón sin asiento reservado.
Precios en clase turista:
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                  adulto               niño
  7 días         276 €             138 €
14 días         440 €             220 €
21 días         563 €             282 €
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A primera vista no son nada baratos, pero teniendo en cuenta que lo que más vas a emplear son trenes de alta velocidad (si visitas Kioto, Osaka, Hiroshima), con tres viajes ya sale a cuenta.
Para un viaje de una semana (Tokio-Kioto) no merece la pena comprar el bono. Puedes consultar precios y horarios de los trenes japoneses en esta web: hyperdia. EL JRP lo puedes emplear en el tren que va del aeropuerto a Tokio y en una línea de metro (con conexión con las principales estaciones), pero aun yendo a Kioto, no creo que salga a cuenta. A partir de 10 días ya comienza a resultar rentable.
En Madrid lo puedes adquirir en:
  1. HIS. C/ Princesa, 25. 3ª planta.
  2. JTB. Plaza de Callao, 5-9.
  3. Destinos asiáticos. C/ Jacometrezo, 15.
Los taxis son carísimos y los autobuses son un pelín más complicados de emplear que el metro, por lo que sólo los recomiendo en lugares donde no quede remedio, como Kioto. Normalmente se accede por la puerta trasera, donde compras el billete en una máquina (si no llevas el importe exacto a su lado hay otra máquina que da cambios). Se pica justo antes de salir por la puerta de delante.

  • Planificar el viaje 
Aquí van algunas rutas clásicas para organizar tu viaje. Tokio y Kioto son básicas, las excursiones dependen de vuestros gustos, si sois más urbanitas, si preferís campo, o playa. Japón es enorme y ofrece numerosas posibilidades.
- En 1 semana: Tokio y Kioto. 3 días en una ciudad y 4 en la otra, según lo que os apetezca, si la gran megalópolis que es Tokio o la ciudad tradicional, llena de templos, que es Kioto.
- En 2 semanas: Tokio (4 días), Kioto (3 días) y excursiones de un día, por ejemplo a Nikko, Kamakura, monte Fuji (si planeas escalarlo, calcula dos días) y Yokohama desde Tokio (Kamakura y Yokohama se pueden ver en el mismo día); y desde Kioto, visitas a Nara, Hiroshima y Osaka.
- Más semanas: a estas rutas se les puede añadir Kagoshima y las islas del Sur (Okinawa), ciudades como Kanazawa, Takayama, Nagoya, descubrir los senderos del Kumano Kodo, Hokkaido (la gran isla al norte)...
Dado que las distancias son enormes, os recomiendo que  perdáis tiempo estudiando el viaje. Decidid qué preferís hacer: sólo Tokio, Tokio-Fuji y alrededores, Tokio - Kioto (y alguna excursión), bajar hasta Kagoshima o Hiroshima... Sentaos con el mapa y un calendario delante y ved cómo exprimir el JRP al máximo. Además si visitáis la página de hyperdia, encontraréis horarios de trenes, estaciones y hasta andenes donde tomarlos, con lo que ahorraréis mucho tiempo.

















Miradas sobre Japón (I)

domingo, 9 de octubre de 2011 9.10.11 Publicado por Raquel Navarro 0 comentarios
Unos días antes de viajar a Japón un loco me advirtió que cuando volviese no sería la misma persona, que el viaje iba a cambiar mi perspectiva sobre muchas cosas. 
Como el muchacho estaba un poco "flipao" no le hice mucho caso, pero esa frase quedó en mí. Y es gracioso, pero debo reconocer que tenía razón. Al regresar de Japón he notado que han cambiado muchas ideas que tenía, del país y de nosotros, los españoles, en particular.
Conceptos como organización, respeto o amabilidad han cobrado un nuevo sentido.
Lo que más llama la atención, y no me canso de repetirlo, es la amabilidad y educación del pueblo japonés. Es cierto que son fríos, que el contacto físico (y en algunos casos, visual) entre ellos es nulo; que el respeto que mantienen por las tradiciones es casi inconcebible viendo su estilo de vida actual, y sin embargo son tan amables y serviciales que resulta chocante, incluso para nosotros los latinos.
A pesar de que la gran mayoría no habla inglés (ni siquiera en las grandes ciudades), hacen lo imposible por entenderte, atenderte y ayudarte. ¡Incluso aun cuando no has pedido ayuda! En cuanto ven a alguien mirando un mapa, alguien (repito, aun sin saber inglés) se acerca para intentar echar un mano. Y no me digas cómo, a pesar de las diferencias lingüísticas, te acabas entendiendo. Sin duda, eso ha sido lo mejor de este viaje.  
No importa que estés en la otra parte del mundo, en un país en el que no sabes su idioma y la mayor parte de ellos no habla inglés, con una cultura totalmente diferente; a pesar de todo ello, es tan fácil y agradable moverse por el país, que parece mentira.

El concepto de organización es otro de los que adquieren otra dimensión tras conocer Japón. Todo está tan organizado que en cuanto te haces a ello resulta muy sencillo moverse. En las estaciones de metro y tren numerosos carteles te indican las direcciones. En los andenes, pinturas en el suelo marcan el lugar en el que va  a estar cada puerta del tren, de modo que no hay duda para saber de antemano dónde para cada vagón.
En el metro, el precio del billete corresponde a la distancia que recorres. Un mapa encima de las máquinas expendedoras te indica el importe, compras el billete y al salir de la estación, si te has equivocado de cantidad (ten en cuenta que en Tokio hay dos compañías de metro y en algunas estaciones se cruzan sus líneas) tienes otra máquina que te calcula la diferencia que debes pagar. Por supuesto, tienes que guardar el ticket para salir del metro.
Algo parecido sucede en los autobuses de Kioto. Accedes por la puerta trasera y ahí mismo hay una máquina para pagar el billete y a su lado, una máquina que da cambios, para poder pagar el importe exacto. Está todo pensado. Increíble.
En los restauranes, las cartas vienen acompañadas de fotografías de cada uno de los platos, por lo que también es muy sencillo pedir. Si no es el caso (lo cual es muy raro), en la entrada tienen una vitrina con réplicas en plástico que también puedes señalar. Hay locales en los que en lugar de hacer el pedido al camarero lo realizas en una máquina (parecida a las de tabaco) donde eliges los platos pulsando en su imagen, pagas y el camarero sólo recoge el ticket para ver los platos y pedirlos en cocina. No es necesario ni hablar. 
En los templos tienen preparadas bolsas para que lleves tu calzado y máquinas para que envuelvas el paraguas en plástico y no mojes el suelo... En fin, mil anécdotas de las que deberíamos aprender.

Si hablamos de limpieza, qué decir. Suelos impecables, ni papeles, ni hojas, ni colillas; ni en la calle, ni en las tiendas, ni en las estaciones, ni en ningún sitio. Es curioso, porque apenas encuentras papeleras por la calle. Para empezar porque los japoneses apenas comen por la calle (sólo helados), como mucho beben, ya que hay máquinas de refrescos por todas partes. Y ahí es donde están las papeleras.

La seguridad es también sorprendente. Japón debe ser el país más seguro del mundo. Al menos en lo que a hurtos se refiere. En su mentalidad el robo es algo inadmisible e impensable. Para ellos algo como llegar a una cafetería, dejar la chaqueta, el bolso y el portátil (!!!) en una mesa e ir a pedir, despreocupándose de lo que han dejado atrás, es lo más normal. ¿Miedo a que te roben en el metro en hora punta? Ninguno. La sensación de seguridad es total. Por desgracia, por este motivo cuando vienen a occidente son el objetivo principal de los rateros. Son tan confiados, que no comprenden el robo. Además, en Japón lo habitual es usar dinero en efectivo. Las comisiones de los bancos al usar las tarjetas son elevadas, por lo que apenas las utilizan en comercios. Es por eso que, al salir de Japón llegan con bastante dinero en efectivo, y eso sumado a su confianza, les convierte en dianas fáciles.
Otras cosas más que llaman la atención: la facilidad que tienen para dormirse en cualquier sitio y a cualquier hora (algo normal dado que trabajan entre 40-70 horas semanales). Eso sí, al ser parte de su cultura, se ve como algo normal, ni se le mira mal a esa persona, ni se le juzga. (No como aquí.)

Otro asunto es la edad de jubilación de los japoneses. Aunque hace unos años pasaron de jubilarse de los 60 años a los 65, en realidad se jubilan más tarde. Pero sobre todo lo que me causa sorpresa (para bien) es que no esconden a sus mayores. Quiero decir, es normal ver a mayores de 60 en recepciones de templos y en puestos de información, como jardineros, repartidores, etc., labores que aquí, en general, sólo vemos realizar a gente joven. Y, por cierto, hay que ver qué agilidad tienen estos mayores.

 Por último, la fiebre por las compras y el juego (y la música estridente que las acompaña y te destroza oídos y neuronas). Comprar es el deporte nacional. Todas las tiendas están llenas de gente y todo el mundo va cargando bolsas. Lo mismo sucede con los locales de juegos. Llenos, abarrotados a todas horas. El pachinko es el juego principal. Es una especie de tragaperras, en el que compras unas fichas (unas bolitas de acero), las introduces en la máquina y esperas a que caigan. Según donde lo hagan, te llevas premio o no. Los jóvenes prefieren los videojuegos y tienen verdaderos templos para poder jugar horas y horas.

Japón sorprende.
Gasolinera 
Y aún queda mucho por contar...