AGATHA CHRISTIE, ARQUEÓLOGA

jueves, 26 de agosto de 2010 26.8.10 Publicado por Raquel Navarro 0 comentarios
"Cásate con un arqueólogo. Cuanto más vieja te hagas, más encantadora te encontrará".

Y sabía lo que decía. Agatha Christie (1890-1976) es conocida por sus novelas policíacas. Sin embargo, la fascinación que encontró por Oriente Medio está menos difundida.

1926 es un año clave en su vida. La muerte de su madre y la confesión de su marido de que pensaba abandonarla por otra mujer le sumieron en una profunda depresión. En este momento se produce uno de los acontecimientos más enigmáticos de su vida. Una tarde de diciembre Agatha desapareció. Su coche apareció abandonado, sin rastro alguno de ella. Cuando ya todos la creían muerta, Agatha apareció en un hotel balneario con muestras de amnesia. Ella misma publicó un anuncio en la prensa local esperando que alguien la reconociera. Pero utilizó otro apellido, curiosamente el de la amante de su marido, y nadie pudo reconocerla. Por fortuna, unos días después fue encontrada por su familia.
El hecho fue tan desconcertante que los rumores no tardaron en extenderse: se dijo que había sido una maniobra para publicitar su último libro, la manera de hacer pública la infidelidad de su marido, una crisis nerviosa... Tras este suceso, Agatha y Archibald Christie se divorciaron.

Meses después llegó la invitación que cambiaría su vida y la uniría a Siria para siempre. El
arqueólogo Leonard Woolley y su familia le invitan a visitar las excavaciones en las que están trabajando en Ur (Irak).
En aquella época que una mujer viajara sola desde Londres hasta Bagdad tuvo que ser toda una aventura, no exenta de peligros. Primero, llegar hasta París, después tomar el famoso Orient Express para alcanzar Estambul y desde ahí el Taurus Express, que conectaba Turquía con Alepo, Damasco y Beirut.


“Me enamoré de Ur , de su belleza al atardecer , con los zigurats que se elevan ligeramente ocultos por las sombras y aquel ancho mar de arena con los colores pálidos, maravillosos, amarillo melocotón, rosa, azul, malva, cambiando a cada minuto.”


En una de esas excavaciones conoció al arqueológo Max Mallowan, 15 años más joven que ella, y quien se convertiría en su segundo marido. Desde entonces, Agatha vivió entre Inglaterra y Oriente Medio. Acompañó a su marido durante cuatro campañas, involucrándose como un miembro más del equipo. Lo mismo hacía las veces de restauradora, fotógrafa, limpiadora de las piezas halladas, que de cocinera y enfermera ocasional.

En el año 1946 y, según sus propias palabras, en respuesta a las numerosas preguntas que sus familiares y amigos le hacían en torno a su vida en Irak, decidió publicar el libro "Ven y dime cómo vives".
Éste no fue el único. En pleno apogeo de su vida como escritora, Agatha Christie utilizó sus viajes por Oriente como material para publicar
“Asesinato en Mesopotamia”, “Muerte en el Nilo” y “Cita con la Muerte”.

Murió en enero de 1976, dejando tras de sí una extensa obra literaria que incluye sus famosas novelas policíacas, piezas teatrales, novelas románticas y una autobriografía que tardó 15 años en escribir y que se publicó un año después de su muerte.


CASA BATLLÓ O ¿CUÁNTO PAGARÍAS POR ENTRAR A UN MUSEO?

domingo, 22 de agosto de 2010 22.8.10 Publicado por Raquel Navarro 0 comentarios
Seguro que a todos nos pasa que nos planteamos si entrar a ver un museo o un lugar turístico según el precio de la entrada. Por algunos lugares pagaremos sin mirar el coste, pero por otros seguro que nos lo pensamos y mucho. Pero ¿cuál es el precio justo? ¿Cuándo empieza a resultar caro? Como todo, depende.
Sin embargo, estas últimas semanas me vuelvo a reafirmar en la idea de que en cuanto cruzamos la frontera, los precios de las entradas se encarecen... y de qué manera. Por poner un ejemplo: la Galería Uffizi de Florencia: 15€; el Museo Van Gogh: 14€; Palacio Ducal de Venecia: 16€; frente a los 7€ del museo del Prado y los 8€ del Thyssen. Y me pregunto, ¿será porque en España lo vemos todo caro, porque no valoramos lo que tenemos, porque es la única manera de animar al público o porque en otros países abusan del tirón turístico para poner un importe desorbitado?

Todo esto viene a que hace unos días estuve en Barcelona y cuando quise entrar a la casa Batlló el letrero decía "17 euros". Al principio me pareció no caro, carísimo. Te planteas si entrar o no, si hacer la enorme cola para comprar la entrada, cuánto durará la visita, qué salas están abiertas al público... Vamos, si merece la pena pagar 17 euros por ver el edificio.

La respuesta es SÍ, merece la pena.
Al final, la cola va rápida y la espera no es tanto como parece. Una vez dentro no dejas de quedarte boquiabierto ante cada rincón. Desde la escalera de acceso, una serpiente de madera que te acompaña sinuosamente a la planta principal. El salón, con su chimenea en forma de seta (y dos bancos al lado, uno para la pareja de enamorados y otro, para la carabina que miraba por la decencia y el buen comportamiento del caballero), las paredes de arenisca curvilíneas dibujando trazos de la naturaleza, el trabajo de marquetería y las vidrieras emplomadas polícromas.




Si ascendemos hacia la azotea podemos maravillarnos ante el estudio de ergonomía que ya realizó Antoni Gaudí en 1904. La barandilla, al igual que el mobiliario que diseñó para la casa, se adapta perfectamente a la mano para que el esfuerzo no impida disfrutar de la cerámica. El color de las baldosas juega con los tonos grises y azules según la incidencia del sol. A más sol, tonos oscuros; en los pisos bajos, tonos claros, casi blancos. Lo mismo sucede con las ventanas: pequeñas ventanas en los pisos altos, amplios ventanales, en los bajos.


Y por fin, la azotea. Un dragón de cerámica multicolor espera al visitante para terminar de deslumbrarle.






La casa Batlló es una casa construída en 1875. En 1904 Gaudí recibe el encargo de José Batlló Casanovas de reformar el edificio. El empresario le dio libertad absoluta para su obra. Con su genio e imaginación, Gaudí consiguió convertir una típica casa barcelonesa en el símbolo del modernismo español.



ROCAMADOUR

domingo, 8 de agosto de 2010 8.8.10 Publicado por Raquel Navarro 1 comentarios
Sigo con las peregrinaciones. No es que me haya dado por ir con la mochila al hombro, desgantando las botas y expiando culpas, sino que esta vez voy a dedicar el tema al lugar que da origen al nombre de la calle de mi infancia: Rocamador.

Para mí fue una sorpresa descubrir que la dirección que he rellenado tantas veces a lo largo de mi vida corresponde a una localidad francesa, más todavía al saber que forma parte de los Grandes Sitios de Francia y más si cabe por ser la segunda población más visitada de Francia.

El Rocamador (Rocamadour) original se encuentra concretamente en el departamento de Lot, región de Midi-Pyrénées y se compara con un Carcasonne en miniatura.




Lo más emblemático de Rocamadour es su emplazamiento. Alzado sobre una roca, domina el cañon que el río Alzou ha excavado durante milenios. Como dice una canción infantil local, las casas están sobre la roca, la iglesia sobre las casas, la roca sobre la iglesia y el castillo sobre la iglesia. Y es cierto, porque en este lugar la arquitectura se levanta en la pared de un acantilado, apoyándose en la piedra calcárea y elevándose hacia el cielo, hasta alcanzar cotas de 120 metros de altura.




En el origen de este enclave se encuentra Amador. Para unos un sencillo ermitaño, para otros Zaqueo de Jericó (seguidor de Cristo), que al alcanzar estas tierras cambió de nombre, quien fundó un pequeño oratorio al que llamó Roca de Amador. En el siglo XII, el cuerpo de este santo apareció incorrupto, lo que propició la llegada masiva de peregrinos para venerar sus reliquias y la transformación de Rocamadour en un punto de peregrinación, a la vez que lugar de paso para los peregrinos del Camino de Santiago que provenían de Europa del Este.


El pueblo es una única calle, salpicada por edificios y restos de fortificaciones del siglo XIII, que conduce a la ciudad religiosa, compuesta por siete capillas. La última etapa de la peregrinación consiste en subir los 216 peldaños que llevan a la iglesia de Notre Damme. En ella se encuentra la Virgen Negra, conocida así por el color de su rostro, negro por el humo de los cirios. En su interior podemos encontrar también numerosas ofrendas, como cadenas de presos liberados, restos de barcos que se salvaron de naufragios, etc.






Cuenta la leyenda que la campana de esta iglesia sonaba cada vez que un marinero en apuros solicitaba el auxilio de la Virgen. Anecdótica es también la espada clavada en la pared de la entrada del santuario. Se dice que es Durandal, la espada con la que Roldán luchó en Roncesvalles y que lanzó a la roca para evitar que cayera en manos enemigas. Cómo llegó desde Roncesvalles hasta este punto es parte del milagro...




El paso del tiempo, las guerras, los incendios y saqueos hicieron sucumbir Rocamadour. El culto a la Virgen de Rocamador se extendió gracias al Camino de Santiago. Pueden encontrarse capillas en Sangüesa, Estella, Astorga, Finisterre, e incluso en Quebec.



No fue hasta el siglo XIX cuando se decidió su restauración y volvió a resurgir de las ruinas. Actualmente, gracias a peregrinos y turistas la zona goza de una sorprendente revitalización. Incluso la gastronomía local se ha visto beneficiada. Desde los años noventa se comercializa un queso de cabra con denominación de origen, el queso "Rocamadour".

Además de este impresionante conjunto, en los alrededores se pueden visitar las Grutas de las Maravillas y las de Lacave, el Precipicio de Padirac, la Selva de los monos o poblaciones como Bergerac, Loubressac o Sarlat.