
Año 1895, Mark Twain (seudónimo de Samuel Langhorne Clemens) es ya un escritor reconocido. Y al mismo tiempo un terrible hombre de negocios. Por un lado, la editorial que ha fundado hace aguas y, por otro, de los prototipos de máquina de escribir que se están empezando a desarrollar en el momento, él, casualmente, invierte en el que nunca verá la luz.
Huyendo de las deudas, se traslada a Europa con su familia, donde el coste de vida es más barato. Finalmente, al borde de la bancarrota y acosado por sus acreedores, acepta un encargo que ya había rechazado en varias ocasiones por cuestiones de salud: viajar alrededor del mundo impartiendo conferencias y, posteriormente, relatar su experiencia en un libro.
A pesar de la gota, las continuas gripes y úlceras de piel, el viaje le llevará, junto a su mujer y una de sus hijas, desde Nueva York a la costa oeste americana, Hawai, Polinesia, Nueva Zelanda, Australia, India, Madagascar, Sudáfrica e Inglaterra.
Justo cuando la familia llega a Londres recibe la trágica noticia de que su hija mayor ha fallecido por meningitis. La familia se rompe y Mark Twain se culpa de las desgracias familiares. Pero al mismo tiempo tiene un contrato que cumplir y la necesidad económica sigue ahí, imperiosa como siempre. Mas, ¿cómo ser gracioso en estos momentos?
Twain reconoce que escribió este libro “desde el infierno, fingiendo que estaba haciendo una excursión por el cielo”.

Al escuchar esta historia sentí que tenía que leerlo. He tardado dos años en encontrar el libro. Al parecer se le considera una rareza, tanto en la bibliografía de Mark Twain (a pesar de que es su quinto libro de viajes) como en cuanto a literatura de viajes se refiere. Al final, la suerte, o la perseverancia, quiso que diera con él. Y en ello estoy.
Justo cuando la familia llega a Londres recibe la trágica noticia de que su hija mayor ha fallecido por meningitis. La familia se rompe y Mark Twain se culpa de las desgracias familiares. Pero al mismo tiempo tiene un contrato que cumplir y la necesidad económica sigue ahí, imperiosa como siempre. Mas, ¿cómo ser gracioso en estos momentos?
Twain reconoce que escribió este libro “desde el infierno, fingiendo que estaba haciendo una excursión por el cielo”.

Al escuchar esta historia sentí que tenía que leerlo. He tardado dos años en encontrar el libro. Al parecer se le considera una rareza, tanto en la bibliografía de Mark Twain (a pesar de que es su quinto libro de viajes) como en cuanto a literatura de viajes se refiere. Al final, la suerte, o la perseverancia, quiso que diera con él. Y en ello estoy.
Nada menciona de su historia personal, ni nada en el tono o en el estilo haría sospechar el drama que estaba viviendo. Pero no por ello deja de fascinar. A fin y al cabo, ¿quién podía permitirse hacer semejante viaje a finales del siglo XIX? ¿Quién podía contar que conoció a un insignificante abogado, del que unos años después todos escucharían hablar (Gandhi)? ¿Quién puede decir que ha tenido a Satan de sirviente?
1/30/2012
Repasa los autores de tus lecturas
1/20/2013
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